VEINTE años del Euro en Europa

Hoy hacen veinte años que alrededor de trescientos millones de europeos sostuvieron en sus manos una moneda nueva, el euro. Desde Lisboa hasta Helsinki pasando por Atenas, los ciudadanos pudieron retirar de sus cajeros automáticos billetes en euros, hacer la compra con monedas en euros y viajar al extranjero sin cambiar divisas.

El paso de doce monedas nacionales al euro fue una operación única en la historia: el Banco Central Europeo imprimió más de 15 000 millones de billetes en euros y acuñó alrededor de 52 000 millones de monedas antes del 1 de enero de 2002.

Sobre la base de la expansión del mercado único, el euro se convirtió en uno de los logros más tangibles de la integración europea, junto con la libre circulación de personas, el programa Erasmus de intercambio de estudiantes o la supresión de las tarifas de itinerancia dentro de la UE.

A un nivel más profundo, el euro refleja una identidad europea común, símbolo de la integración como garante de la estabilidad y la prosperidad en Europa.

Como ministros de Hacienda y como miembros de la Comisión Europea, responsables de la política económica de la zona del euro, volvemos juntos la vista atrás a los últimos veinte años y señalamos algunas prioridades para el futuro de nuestra moneda común.


Los veinte últimos años: la mayoría de edad

Es justo decir que las dos primeras décadas del euro han estado repletas de incidentes.

Desde el gran entusiasmo de sus inicios, el euro ha crecido hasta llegar a ser la segunda moneda más utilizada del mundo. Nuestra moneda común sigue teniendo una gran aceptación —alrededor del 80 % de los ciudadanos consideran que el euro es bueno para la UE— y la zona del euro ha seguido expandiéndose, desde los once miembros iniciales a los diecinueve actuales, y los que están en proceso de adherirse en los próximos años.

Estos avances se han producido en un contexto de graves dificultades. Algunos eran escépticos con respecto al proyecto cuando este estaba todavía dando sus primeros pasos.

Cuando entró en la adolescencia, los Estados miembros y las instituciones fueron conscientes de que la arquitectura del euro no estaba diseñada originalmente para responder al terremoto que supusieron la crisis financiera mundial y la posterior crisis de la deuda soberana. Esto propició la reforma del marco de gobernanza de la zona del euro, el establecimiento de un mecanismo conjunto de asistencia para los países que atraviesen dificultades financieras y un sistema común de supervisión de los bancos europeos: era el reconocimiento de que la solución radicaba en una mayor coordinación e integración.

Estas crisis tempranas permitieron al euro madurar y reforzar su papel internacional. También hemos extraído valiosas lecciones que nos han servido en la pandemia actual: su naturaleza transfronteriza reveló cuán profunda es nuestra interdependencia y cuán fuerte es nuestra unidad.

A diferencia de las perturbaciones anteriores, cuando se puso de manifiesto la magnitud de la crisis de la COVID-19, se reaccionó con medidas estratégicas mucho más rápidas, más decisivas y más coordinadas. Al tiempo que los sistemas tributario y de protección social existentes funcionaron para amortiguar los efectos económicos, la UE adoptó decisiones sin precedentes para seguir protegiendo las vidas y los medios de subsistencia, complementando así las políticas monetarias de apoyo del BCE. Nuestra respuesta colectiva incluyó el programa de asistencia financiera SURE, que ha contribuido a proteger alrededor de 31 millones de puestos de trabajo, así como Next Generation EU, el instrumento pionero de recuperación para Europa.

Nuestra respuesta política coordinada, junto con la distribución de las vacunas contra la COVID-19, ha ayudado a la zona del euro a recuperarse rápidamente de los efectos económicos de la pandemia. Además, el apoyo financiero y el aporte de liquidez se concibieron para limitar los riesgos de perjuicios a largo plazo, de modo que nuestras economías pudieran recuperar rápidamente el terreno perdido.

Los próximos veinte años

Hemos logrado mucho en los veinte primeros años del euro, pero queda mucho por hacer.

Tenemos que seguir el ritmo de la innovación y promover el papel internacional del euro. El propio euro debe adaptarse a la era digital. Por ello, respaldamos y contribuimos al trabajo en curso del Banco Central Europeo sobre un formato digital de nuestra moneda.

Al mismo tiempo, es preciso seguir reforzando la zona del euro. Si bien hemos sentado unas bases sólidas para nuestro sistema bancario europeo, tenemos que seguir trabajando para reforzar nuestra unión bancaria y abrirnos a nuevas oportunidades para la recuperación económica y el crecimiento. Lo mismo sucede con nuestros mercados de capitales: tenemos que adoptar medidas decisivas a fin de mejorar la circulación de las inversiones y el ahorro privados en todo el mercado único con el fin de proporcionar a las empresas, incluidas nuestras pymes, la financiación que tanto necesitan de modo que, a su vez, creen nuevas oportunidades de empleo.

Los niveles de inversión han sido demasiado bajos durante demasiado tiempo: tenemos que invertir intensamente y de manera sostenible en nuestros ciudadanos, infraestructuras e instituciones. Junto con unas políticas presupuestarias responsables y la contribución del sector privado, Next Generation EU será fundamental para la consecución de muchas reformas e inversiones necesarias. Esta es la mejor vía que tenemos para impulsar nuestro potencial de crecimiento, mejorar nuestro nivel de vida y abordar los retos importantes a los que se enfrenta la humanidad.

Debemos también garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas dado el envejecimiento de nuestra población. En lo tocante a la revisión de nuestras normas presupuestarias comunes, debemos garantizar que las políticas presupuestarias y económicas de la zona del euro se ajusten a sus objetivos en un entorno nuevo y se adapten a los retos futuros.

Nuestra moneda común es un esfuerzo colectivo inédito y un testimonio de la unidad que sustenta nuestra Unión.

A medida que el mundo se va recuperando de la pandemia, es el momento de aunar nuestros esfuerzos y recursos para aprovechar los beneficios de un mundo que se digitaliza rápidamente y hacer frente a la emergencia climática. Ningún país puede hacer frente solo a ninguna de estas cuestiones. El euro es la prueba de lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos. Pongamos la vista en los veinte próximos años y convirtámoslo en símbolo de nuestro compromiso por garantizar un futuro próspero, sostenible e integrador para las generaciones venideras.

 

Fuente: Consejo Europeo. Consejo de la UE

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